sábado, 7 de marzo de 2015

Canciones con demasiado (poco) sentido.

Canciones de amor que hablan de corazones rotos y canciones de odio que aseguran ser la nueva religión que salvará la civilización. Canciones de niños que hablan de crecer, canciones de adultos que solo quieren volver. Canciones en acústico dónde las palabras sobran, canciones con tantos instrumentos que sobran los prejuicios –aunque estos nunca se van. Canciones para correr, para llorar, para explotar y para recoger los pedazos que se quedaron por el camino. Las que se venden, las que se compran, las que te venden, las que te compran. Canciones que se quejan del mundo, canciones que alaban a los mundanos. Canciones para el antes, el durante y el después de acertar. Canciones para el antes y el durante del mayor fallo porque después ya no queda nada. La música como sujeto, predicado y nexo en las coordinadas. Y aún así a veces el corazón está tan lleno (y otras veces tan vacío) que ninguna de esas canciones es suficiente; habrá que seguir buscando.